¿Cómo influye la genética en el cáncer?
El cáncer es, por definición, una enfermedad genética. En las células neoplásicas es posible identificar mutaciones en genes que confieren a esa célula la capacidad de proliferar en forma descontrolada, inmortalizarse e implantarse en tejidos a distancia (metástasis). Los genes en cuestión se denominan oncogenes, en los cuales la presencia de una única mutación puede generar señales de activación de estos procesos celulares, o bien supresores tumorales, que requieren la inactivación de ambas copias (alelos) para la aparición de fenotipos neoplásicos. Las mutaciones en estos genes (especialmente los oncogenes) pueden ser inducidas (de aparición somática, o a nivel de esa célula en particular pero no en todo el individuo) por distintas noxas, como radiaciones ultravioleta o compuestos tóxicos del tabaco.
Se han descripto formas esporádicas, hereditarias y familiares de cáncer. En las primeras, que son las más frecuentes, no se identifica un factor genético germinal, dado que no suele haber antecedentes familiares ni hay tumores de aparición más temprana de lo esperado a nivel epidemiológico. En las formas hereditarias de cáncer se comprueba la existencia de mutaciones germinales, en general en supresores tumorales, que se segregan en varios miembros de la familia para dar origen a múltiples casos de tumores (incluso a edad más temprana o con características moleculares patognomónicas). En estos casos, la segunda mutación que requieren los supresores tumorales para dar inicio al proceso oncológico se produce a nivel del tejido. Se define como formas familiares aquellos casos con múltiples antecedentes en la genealogía en quienes no se identifica una mutación causal. En estas familias se considera que podría haber una combinación de diversos factores genéticos de predisposición que estén interactuando para generar este mayor riesgo.
Los estudios genéticos pueden en la actualidad definir en muchos casos cuál es el factor molecular que genera en ese paciente una alta predisposición al cáncer, si se identifica una mutación en un supresor tumoral (casos hereditarios) o bien establecer qué mutaciones están presentes en el tumor, o sea que son somáticas (casos esporádicos). La identificación de estos marcadores es fundamental para establecer el pronóstico de la patología, en algunos casos plantear tratamientos específicos y realizar asesoramiento genético sobre riesgos para otros miembros de la familia.
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